20070131

El descontento Humano

Luego de al menos 3 o 4 meses de tener botados los blogs y casi 1 mes sin escribir en este, vuelvo con alguna divagación no muy profunda (debido a las estivaleras jornadas que se viven actualmente), que surge a partir de algunas de las cosas que he estado revisando recientemente.
Pretendo dar una introducción a este artículo que sin duda se extenderá por más de un post y desarrollaré, espero, durante el mes de febrero.

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Por lo general, en el coloquio relacional cotidiano y también, por qué no decirlo, científicamente hablando... se podría llegar a pensar e incluso afirmar por alguno que otro extremista que el pasado milenio perteneció de manera integral a las ciencias físicas. Sin embargo, un acto de ignorancia sería el no reconocer que el futuro sin duda alguna estará dominado por las ciencias biológicas y más concretamente, por la Neurobiología.



Actualmente, la Física y la Química se las considera "ciencias maduras". Basta leer unas cuantas páginas o la introducción de algún libro relacionado a estas disciplinas o bien, cualquier paper que aborde temas afines, para darse cuenta de que han experimentado muchas variables, logrado grandes avances y conseguido importantes logros , especialmente en el recientemente pasado siglo que cerró el milenio.
Gracias a estos avances (y sin duda otros), el hombre ha podido dominar su entorno en distintos grados (dependiendo de las oportunidades y los recursos que tenga para abordar los avances), sin embargo a fin de cuentas todo esto se ha traducido en un incremento en la calidad de vida, comodidad y bienestar generalizado (y porqué no decirlo salud).

Así, las ciencias físicas siguen aportando al progreso con importantes hitos que marcan sus avances, sin embargo... me aventuro a pensar que la sociedad se está volviendo cada vez más escéptica en cuanto a los valores de los costosos proyectos de investigación que quizás contribuyan a mejorar nuestros conocimientos, pero que, podrían no colaborar demasiado en mejorar las condiciones de vida del hombre. Esto se ve reflejado en la reducción de los presupuestos en investigación en dichas áreas.

Por otra parte, las importantes inversiones de nuestras sociedades occidentales en pro de las biociencias no muestra indicios de reducción. Un ejemplo cotidiano es que en menos de 10 años, 3 Universidades nacionales han invertido considerables presupuestos en la adquisición de laboratorios de electrofisiología y/o neurociencia.

Esto, quizás, es consecuencia de que nuestras sociedades occidentales, creen que es tiempo de prestar más atención y recursos a nuestro bienestar biológico. Ese bienestar consiste, desde luego, en mejorar nuestra salud y herencia genética, así como en la detección temprana y la posterior erradicación de la enfermedad y el sufrimiento físico. Pero consiste también, sobre todo, en hacer que hombres y mujeres sean más felices, potenciando la integración y la aceptación de los otros; aminorando 'el impacto' de lo que Freud acusó como "la miseria psicológica de la humanidad".

A decir verdad, la revolución que trajo consigo el desarrollo de las ciencias físicas en el pasado milenio supuso también un hito biológico, o al menos psicológico, en la historia de la humanidad.
Las ideas de Copérnico y Galileo puede que hayan revolucionado las ciencias físicas, sin duda alguna; pero su impacto psicológico sobre los seres humanos es digno de consideración, ya que aún perviven las consecuencias de sus ideales:

Degradado como figura central de un universo no definido, el hombre no ha tenido más remedio que intentar comprender cuál es su lugar en la naturaleza.
Desposeído de la certeza de un Dios omnipotente y omnipresente que le había creado para instrumentalizar su voluntad divina, se vio obligado a intentar comprender el porqué de su existencia.
Más desposeído si cabe por la revolución ideológica de Darwin, que vino a destruir el mito de la creación gestada por un Dios con un fin propio, el hombre se encontró con que sólo era el producto de un lento y aventurado proceso de evolución de las especies cuyo único propósito es la supervivencia, no sólo la suya, como ser más evolucionado gracias al tremendo desarrollo de su cerebro, sino también la del resto de las especies.
Incapaz de encontrar un inequívoco sentido a su existencia, el hombre está abocado a mirar a su interior y buscar ese sentido dentro de sí mismo, acelerando con ello el proceso iniciado con la revolución de Copérnico.

La posibilidad futura de la erradicación de la enfermedad, de la pobreza y del resto de los agentes que acortan y degradan la vida de las personas o la incapacitan física o mentalmente en mayor o menor grado, y que la privan de toda oportunidad de contribuir plenamente a los logros de su civilización para, a su vez, disfrutar del máximo de los frutos de su esfuerzo, no resulta ser la panacea que resuelva de una vez por todas el problema de la "infelicidad humana" descrita por Freud (1930).

A propósito de esto mismo, según lo conversado con mi atractiva amiga Carolina el pasado martes; Freud, en su libro "Civilización y Descontento", resume el problema del siguiente modo: "los hombres empiezan a percibir que toda la conquista reciente sobre el espacio y el tiempo, la conquista sobre las fuerzas de la naturaleza, el logro de sus históricas aspiraciones, no les ha hecho más felices de lo que antes eran".
Freud fundamentó que parte de este malestar tiene un origen social: "la insuficiencia de nuestros métodos para regular las relaciones humanas en la familia, la comunidad y el Estado (...) [pero] cuando consideramos el posible éxito de nuestros esfuerzos por salvaguardarnos del sufrimiento, surge la sospecha de que cierta e inconquistable naturaleza se esconde tras dicho fracaso y que tiene mucho que ver con nuestra propia configuración mental".

Para finalizar esta parte me gustaría mencionar 2 hechos evolutivos que dan cuenta del tremendo éxito del cerebro humano:
1.- Su capacidad para 'adquirir' conocimientos.
2.- Su variabilidad entre individuos.

Una característica de cualquier sistema que almacene información de forma eficiente es su capacidad para abstraer y formular ideas. Ambos atributos originarían un conflicto entre la experiencia de lo particular o concreto y lo que el cerebro ha desarrollado a partir de la experiencia de lo múltiple.
Ambas cosas podrían resultar frustrantes en nuestra vida cotidiana. Esta frustración se incrementaría por el hecho de que la abstracción y los ideales estarían sujetos a la variabilidad en el tiempo y en el espacio, tanto para un individuo como entre éstos. La variabilidad que da origen a la selección evolutiva podría, entonces, resultar también una característica que aísle e individualice a las personas en la sociedad y, así pues, las mismas características de nuestro cerebro, que hace de nuestra evolución un éxito enorme, pueden ser también fuente principal de nuestras miserias.

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