20060826

Sobre los Discursos Soporíferos

Gregory Bateson (1972, 1980) habla sobre un discurso cualitativamente diferente, el discurso soporífero. Este documento tiene la particularidad de ‘adormecer’, dejar en un estado de sopor (como su nombre lo indica) a los sujetos que estén socializados con él. Por ejemplo este discurso se podría asociar a la cultura patriarcal y a las ideologías machistas, en donde nos encontramos con un contexto propicio para que se dé el llamado “carácter victimológico”[1] en donde se construye la idea de que el crimen (VIF por ejemplo) es perpetrado por la víctima de éste (frecuentemente la mujer)[2].




[2]
Por ejemplo, este titular de un noticiario electrónico nacional: "mujer agregiga con alicate defiende a su agresor ante tribunales. En forma increible, la mujer que fue brtalmente quemada en sus genitales con una alicate caliente por parte de su pareja, aseguró este 16 de junio que desea volver con él, pues ya lo perdonó. Así lo afirmó la mujer en el segundo juicio oral del caso, el que se inició el 15 de junio en el Centro de Justicia." (Teletrece. 16/06/2006).

20060819

Monólogos: Relatos de Problemas

Cuando una persona, describe un problema que lo aqueja en su vida, ésta está refiriéndose a un monólogo.
[Entiéndase monólogo como: Un discurso en que los participantes no se ofrecen la oportunidad de estar en conversación. No hay Conversación. A diferencia de lo que ocurre en un diálogo, no hay espacio para la indagación compartida, sino sólo para las perspectivas singulares; la novedad no es posible. El monólogo es una ruptura de la conversación , el monólogo genera las condiciones que provocan el colápso del diálogo. (Anderson, 1986; Anderson, 1997; Goodlishian y Anderson, 1987). (Las bastardillas son de los autores).]















Estos monólogos, son relatos que se encuentran debidamente documentalizados en la historia y monumentalizados por técnicas de eternalización de la sociedad.
Narran historias sobre sufrimiento, opresión y fracasos. Sin embargo, estos discursos no sirven como aproximación a la verdad; pueden estar sesgados, quizás, por ciertos deseos o bien, por discapacidades cognitivas de los clientes. Estos discursos no son más que interpretaciones de la vida, integradas por narrativas, metáforas, lógicas culturales y demás. Esos relatos se parecen más a los acompañamientos y arreglos de las obras musicales que a espejos o mapas. Y su principal significación reside en su utilidad social, no en su validez relativa.
Al ahondar un poco en los diversos monólogos
que podrían referir a problemas, nos podemos dar cuenta de que las ideas fundamentales de éstos, derivan de un relato dominante de la cultura actual: En nuestra cultura contemporánea (y no tanto), existe un relato dominante sobre una persona ‘moralmente valiosa’. En la narración de este discurso, se exaltan cualidades arbitrarias que supuestamente deberían poseer los individuos, como la “seguridad en sí mismo”, la “autonomía”, la “realización personal”, el “poseer, manipular y transar ciertos artículos, objetos u artefactos”, entre otros. Nos podemos enterar a través de los monólogos de ciertos patrones que describen como debería ser la vida de tal o cual persona. Desde la perspectiva donde se realiza esta reflexión, se considera que las ideas que se desprenden como esporas desde éste y otros discursos dominantes, especifican y/o prescriben una manera específica de ser y de pensar, que moldeará la llamada <<individualidad>> de los sujetos totalizados en la cultur[1]. Así, esta <<individualidad>>, es una manera de ser que, en realidad, no es más que una manera culturalmente preferida de ser.
Para mí, el ser actual, no representa un modo de vida auténtico o una expresión real o genuina de la naturaleza humana sino, más bien, una especificación o prescripción de preferencias culturales. Las descripciones o relatos de cómo sería una vida si fuera “correcta” moldean nuestras vidas. Y lo “correcto” es específico de cada cultura.
Lo “correcto” requiere de ciertas operaciones sobre nuestras vidas, muchas de las cuales tienen especificaciones de género y de clase. Por medio de estas especificaciones operativas, nuestros pensamientos, nuestras relaciones con los demás,
nuestras relaciones con nosotros mismos, incluso al nivel de nuestra relación con nuestros cuerpos (nuestros gestos, la disposición del cuerpo en el espacio, incluso el modo en que nos sentamos y nos movemos) serían gobernados culturalmente: Todo al servicio de reproducir la <<forma privilegiada>> o el modo de ser dominante de una cultura.[2] (Anderson, 1997; Artaud, 1976; Epston, 1994; Foucault, 1973, 1979; Gergen, 1973, 1985, 1988, 1994; White y Epston, 1990; White, 1986, 1995, 1997).
De esta forma, siguiendo las nociones estructurales de las narrativas propuestas por Bruner en 1986 podemos distinguir dos dominios interrelacionados helicoidalmente:
El Dominio de Conciencia y El Dominio de Acción (White, 1989). En donde el primero se constituye por “hechos eslabonados en secuencias particulares a través de la dimensión temporal (pasado, presente y futuro) y de conformidad con tramas específicas” (White, 1989. p. 31). Y en donde el segundo está principalmente constituido por las “interpretaciones de los personajes que figuran en la narración y también por las interpretaciones del lector cuando éste penetra, por invitación del autor, en la conciencia de esos personajes a medida que se desenvuelven [en el dominio de acción]” (White, 1989. p 31-32). Cuando todas las creencias, deseos, cualidades, estados intencionales, etcétera, derivados del dominio de conciencia, se elaboran de manera suficiente en el texto, se solidifican, determinando trayectorias particulares de vida; “estilos de vida”.


Dicho de otro modo, estos “estilos de vida” se basan en la conjugación de las creencias y de las conductas explícitas o no de los autores del relato, pertenecientes a las unidades analíticas denominadas ‘dominios de acción’ y ‘de conciencia’; estos dos dominios engloban las diferentes lecturas que se hacen de cada uno de los relatos relevantes en el historiar de los individuos. Estamos de acuerdo en que existen tantos estilos de vidas como personas y familias en el mundo; sin embargo hay personas, que su estilo de vida tiene directa relación con el sufrimiento y la opresión. Estilos de vida marcados por ‘discursos soporíferos’.



[1] Me refiero con el término ‘sujetos totalizados’, a las personas que se sumergen en estilos de vida dictaminados por los denominados discursos totalizadores que propone Kenneth J. Gergen (1973, 1985, 1988, 1994) o bien al analizar ciertos estilos de vida desde la metáfora del ‘panóptico social’, que deriva del análisis del panóptico que hace Michel Foucault (1979).

[2] Sobre la Educación en Chile ¶ 6.

20060806

La Interpretación en la Cotidianeidad

¿Cómo explicar el hecho que una palabra o una frase logre remover sentimientos, emociones, razones, conductas, etcétera? ¿Cómo explicar que existiendo tantos posibles discursos, tantas posibles versiones disponibles sobre un mismo hecho, emergan, resalten y se cosifiquen sólo algunas y no otras para ciertos individuos?: Sólo puedo pensar en la interpretación del vivenciar.


Los seres humanos somos seres interpretantes (Anderson, 1997; Bateson, 1972; Bruner, 1986; Derrida, 1978; Foucault, 1980; Gergen, 1985; Maturana y Varela, 1987; White y Epston, 1990), vamos moldeando nuestras experiencias a medida que nuestra limitada estructura va percibiendo los estímulos que pueden ser captados mientras vivimos nuestras vidas
[1] (Maturana y Varela, 1987).

Estas experiencias sólo se pueden moldear en la interpretación, y para poder hablar de interpretación, debemos reconocer la existencia de algún marco de inteligibilidad que brinde el contexto para el vivenciar de la experiencia y la atribución de significado a éstas (White y Epston, 1990).


Los procesos narrativos se van a referir a los hechos ocurridos en determinado periodo de tiempo y en determinados espacios, para el esclarecimiento del asunto que se trata, dictaminando una versión de lo ocurrido,
posibilitando así el archivo de éstos [2] y facilitando, además, el logro de los fines premeditados o no, del orador.
Para poder articular las narrativas y hacerlas válidas y efectivas en nuestras vidas, necesitamos valernos de la conversación (y la inmersión cultural y relacional que ésta implica) como medio único para la negociación de cada uno de los significados que usaremos en el lenguaje. La palabra ‘conversar’, proviene de la unión de dos raíces latinas: cum y versare, que vendrían significando textualmente algo así como “con” y “dar vueltas”; al articular estos términos al español, “conversación” sería algo así como el ‘dar vueltas con’ otro (Maturana, 1995). Así mismo, Maturana (1978, 1988 citado en Maturana, 1995) define el lenguaje como un sistema de coordinaciones conductuales recursivas y consensuales de coordinaciones conductuales consensuales.

De estos (y muchos otros) aspectos resulta la inevitable conclusión de que el lenguaje, como proceso, no tiene lugar en el cuerpo (particularmente en el sistema nervioso) de los individuos que participan en él, sino que sucede en el espacio intersubjetivo de coordinaciones conductuales consensuales que se constituye en el fluir probabilísticamente recursivo de sus encuentros corporales o virtuales recurrentes. [3] Es pertinente aclarar que ninguna conducta, gesto o postura corporal particular, vendría constituyendo por sí solo y a priori un elemento perteneciente al dominio lingüístico, sino que sólo se incorporaría a éste en la medida en que pertenezca también al fluir probabilísticamente recursivo de coordinaciones conductuales consensuales al que se refiere Maturana.


Así, son [<<palabras>>] [entiéndase como artefactos constituyentes del lenguaje] sólo aquellos gestos, sonidos, conductas o posturas corporales, que participan como elementos consensuales en el fluir recursivo de coordinaciones conductuales consensuales que constituye el lenguaje. Las [<<palabras>>] son, por lo tanto, nodos de coordinaciones conductuales consensuales; por esto. Lo que un observador hace al asignar significados a los gestos, sonidos, conductas o posturas corporales, que él o ella distingue como [<<palabras>>], es connotar o referirse a las relaciones de coordinaciones conductuales consensuales en que él ve que tales gestos, sonidos, conductas o posturas corporales, participan. (Maturana, 1995. p 87).

Dicho de otro modo, las <<palabras>> constituyen todos los artefactos[4] operacionales que pueden ser encontrados en el dominio de existencia de los seres vivos participantes en el lenguaje. En suma, lo que ocurra en el lenguajear tendrá consecuencias directas en nuestra dinámica corporal y lo que pasa en nuestra dinámica corporal, tendrá consecuencias en nuestro lenguajear[5] (Maturana, 1995).

Así, podemos encontrar que el lenguaje particular de cada individuo, está determinado tanto por la historia de interacciones como por las políticas culturales dominantes y toda variable intrínseca o extrínseca a la relación lingüística, de esta manera articulamos que:

El lenguaje da forma a todas las relaciones humanas y es a su vez modelado por éstas. La lente analítica del observador se enfoca hacia fuera, hacia el lenguaje en uso, alejándose de la estructura del cliente y acercándose a las relaciones sociales, tomando distancia de la ‘interioridad’ y volcándose a lo ‘interpersonal’. La preocupación central que nos queda con esto, es el modo en que el lenguaje construye el mundo, estableciendo la ontología y el conjunto de valores que las personas imprimen en su vida.

El lenguaje permite la ejecución en la vida, de los diversos relatos que se barajan y se transmiten socialmente. Las experiencias vivenciadas se ven moduladas por el historiar de éstas, así los procesos de interpretación, significación, resignificación y rememoración[6], no se muestran neutrales en cuanto a sus efectos en nuestras vidas, sino que tienen efectos reales: influyen en las decisiones que tomamos y en las emociones que expresamos; por decirlo de una manera más global: intervienen en los pasos que damos por los caminos que elegimos seguir.

Estas narraciones del sí mismo actuarán como las determinantes de cuales serán los aspectos que se expresarán de nuestra experiencia vivida; así mismo, en el historiar de los relatos se determinará la forma de expresión de la versión de la experiencia vivida.



[1]Al encontrarnos con el concepto de ‘límite’, la tradición nos transporta hasta la noción de fin o término de algo, sin embargo, invito a pensar en el término ‘límite’ más bien como en la separación virtual de una y otra cosa; en el extremo imaginario de algo, lo que le permite relacionarse con cualquier otra cosa en una verdadera danza de interacciones recurrentes y recursivas, sin las restricciones que pudiera generar la idea de perder la organización de su estructura. Por lo tanto, al limitar algo, lo que estamos haciendo es establecer las condiciones para que las posibilidades relacionales sean prácticamente infinitas.

[2]Al contextualizar La Versión de los asuntos: El Documento. Éste se Archiva en la experiencia.

[3]Es preciso destacar el aspecto virtual de los encuentros inicialmente denominados corporales, debido a que actualmente los espacios intersubjetivos que propone Moscovici (1998), se podrían considerar ‘expandidos’ hasta la infinidad gracias a la interacción tecnológica que interviene de manera radical en las llamadas unidades de tiempo y espacio en relación con los procesos interaccionales entre seres vivos en general y seres humanos en particular.

[4]Léase artefacto como: Obra mecánica, aparataje operante, objeto cargado, variaciones perturbadoras de los marcos de interpretación.

[5]“Lenguajear: Neologismo que hace referencia al acto de estar en el lenguaje sin asociar tal acto al habla, como sería con la palabra ‘hablar’.” (Maturana, 1995. p. 87)

[6]Con el neologismo ‘rememoración’, me refiero al proceso de evocar, recordar y revivir la significación del experienciar, en un sentido más amplio que el simple y clásico ‘recuerdo de la memoria’. La rememoración no es una mera recuperación de información desde una unidad de almacenaje. Es el revivir la experiencia a través del poder que tiene la narración de ésta. Vittorio Guidano trabaja con la rememoración en su técnica post-racionalista de ‘La Moviola’ (1994).