20060718

Discursos: Documentos y Monumentos


Desde que Aristóteles introduce el concepto de ‘psique’ en su filosofía; la mente, se configuró como uno de los campos de estudio más complejos para la humanidad.
Sin duda alguna el concepto es potente: “psique”, el acto primero de todas las cosas. Nos faculta para que podamos sentir y percibir. Cualquier acción de la conciencia se podría concebir dentro de la mente (Murphy, 1971); esto nos marcó profundamente como linaje, en todo dominio de acción.
Estas marcas, las llevamos también junto a nuestra disciplina y durante el paso de los años, las ideas que se desprenden desde esta concepción atómica del ser humano[1], se han convertido en documentos y éstos, en interacción con la historia, en monumentos[2] (Foucault, 1970), reificándose en los discursos más ‘superficiales’ que manejamos y por lo tanto, más accesibles[3]. La accesibilidad de los discursos hace que sean éstos, los que tengan más probabilidades de ser llevados a práctica, transformándose éstas prácticas en las preferidas de una u otra determinada cultura, debido a su mayor probabilidad de ocurrencia. Así, nos encontramos con discursos psiquiátricos sobre la locura, discursos médicos sobre la disfunción somática, discursos económicos sobre el manejo de ciertos recursos, discursos políticos sobre la administración de valores[4], discursos canónicos generalizados sobre la medición, el manejo, la administración y la regulación de nuestras vidas.
Como anteriormente fue revisado, los discursos al documentalizarce pasan a estar en los diálogos y monólogos sociales y culturales, por lo tanto históricos; así en la historia, por medio de la eternalización el documento se transforma en monumento para ser posteriormente convertido en práctica cultural.
Estos discursos pueden estar eternalizados por la historia y convertidos en prácticas culturales preferidas por la sociedad, pero sólo adquieren sentido, validez e influencia en nuestras vidas desde la interpretación personal de cada individuo.






[1] En donde la unidad es lo indivisible y lo básico del concepto de humanidad. Donde la unidad orbita en un mundo de relaciones, secundarias a la existencia de éste. Donde la unidad está predeterminada ‘desde dentro’ por su estructura y las características de ésta.

[2] La creación de documentos históricos como una práctica utilizada por cierta sociedad para dar estatuto y elaboración a una masa ideológica determinada. Sin embargo los documentos no dejan de ser textos (orales o escritos) susceptibles de ser empleados como datos, en algún grado, fidedignos para probar o ilustrar algo; así se hace necesaria la irrupción de la ‘historia’ junto a esa sociedad, manifestándose mecanismos de eternalización, para poder monumentalizar los documentos (Foucault, 1970). De esta forma obtenemos una estructura de pensamiento definida, construida, objetivada y memorable de lo que en algún momento fue sólo una idea más.

[3] Si pensáramos en los discursos sociales en la historia como en las capas de una cebolla (Anderson, 1997) (en el idioma alemán, el concepto ‘Historia’ tiene cinco términos diferentes. Uno de ellos que vendría siendo algo así como la ‘historicidad de la historia”: Geschichte, éste término entrega los matices lingüísticos como para entender la historia como en la metáfora de la cebolla, capa a capa).

[4] Me refiero a la política de los aparatos.