20060528

El Maltrato a las Mujeres como Agresión Cultural (parte 3): Una reflexión Cibernética de la violencia intrafamiliar

Particularmente en el caso de Paula y Rolando, el desencadenante y principal inculpado en los actos de violencia era el alcohol. Siendo el mal uso de éste, el que hacía que Rolando no pudiera ‘controlarse’, desencadenando los episodios de violencia y agresión en contra de Paula, quien era la que los provocaba indirectamente.

El alcohol actúa como un depresor del sistema nervioso; y las consecuencias son bastante conocidas y existe una amplia bibliografía sobre el tema. (Verity, MA 1997; Harper, C. 1997; Naidoo, DP. y Kooper, K. 1996, y otros.). En donde se describen y se reflexiona sobre las interacciones ‘duras’ de esta sustancia con el sistema nervioso. Sin embargo podemos verlo desde un punto de vista más simbólico, en donde el alcohol ha sido y es el elixir de la celebración. Desde las bacanales ofrecidas en nombre del dios Baco, hasta una fiesta de graduación de un grupo de quienceañeros, el alcohol está presente y su función es prácticamente la misma.

Si bien, la bibliografía ofrece estadísticas interesantes con respecto al consumo de alcohol y su influencia en accidentes de todo tipo y en actos de agresión como abusos, violencia y homicidios; en los que se describe que entre el 50 y el 60% de las personas involucradas en éstos, han estado bajo la influencia de alguna sustancia como el alcohol u otra droga. Además se describe al consumidor de alcohol en grandes dosis, como un sujeto que tenderá a comportarse de manera agresiva e impulsiva, sin embargo, nada de esto justifica o explica completamente las acciones cometidas por los agresores.

El alcohol estará estableciendo restricciones en el sistema nervioso, restricciones que se manifestarán como cambios en el operar de éste. Estableciendo cambios en el hacer y en el no-hacer de la estructura. Dentro de estas nuevas posibilidades estará la de golpear a otros y no golpearlos. La elección de una u otra, va mucho más allá que la opción personal del individuo.

Así, desde este punto de vista, el uso o abuso de alguna sustancia como el alcohol que influya directamente en el operar del sistema nervioso, tendría poco que ver en los actos de violencia en contra de las mujeres (“él la golpeó porque estaba ebrio”).

Debido a que cada golpe o palabra que explicite un hombre en la interacción con una mujer con la intención de provocar algún daño o injuria en su contra. Ataca con toda la estructura fisiológica de éste, además de todo el peso social que conlleva ese golpe o insulto.

Cada letra que configura una palabra en contra de una mujer o cada movimiento que esté destinado a agredirla; formulado desde la ideología patriarcal, está cargado de todas las palabras y todos los golpes que se han filmado, escrito y explicitado a lo largo de los años en contra de los que están en posiciones jerárquicas inferiores. Todo aquel que cargue con un rótulo como “sexo débil”, “menor”, “minoría”, etc. Estará expuesto ante este tipo sociocultural de agresión.

20060527

El Maltrato a las Mujeres como Agresión Cultural (parte 2): Una reflexión Cibernética de la violencia intrafamiliar

Las explicaciones positivas tradicionales consideran que los sucesos toman su curso porque algo los impulsa o conduce en esa dirección. Estas explicaciones positivas incluyen conceptos como ‘fuerza’, ‘impulso’, ‘impacto’, ‘transferencia de energía’, entre otros.


Sin embargo, prefiero considerar la opción que ofrece la teoría cibernética, la ‘explicación negativa’ de la que habla Gregory Bateson en su libro de 1972, Steps to an Ecology of Mind, para entender los sucesos que ocurren dentro de un sistema.


Bateson establece que “las restricciones de las que depende la explicación cibernética, pueden considerarse, en todos los casos, factores que determinan desigualdad de probabilidad” (p. 399-400). Así, las interacciones habituales de una familia o bien, la conducta específica de un individuo, pueden explicarse mejor por la negativa. Tomando en cuenta para el análisis, los diferentes tipos y clases de restricciones, que determinarán las interacciones y las conductas.


Para mí, los dos hechos generales – primero, que no soy consciente del proceso de elaboración de las imágenes que veo conscientemente, y, segundo, que en ese proceso inconsciente empleo el conjunto completo de supuestos que aparecen construidos en la imagen acabada – son el comienzo de la epistemología empírica. (Bateson, 1980, pág 35).


Esto lo propone Bateson en su libro Mind and Nature: A necessary unity. Y de paso me permite desligar la idea de que el hombre violento golpea a la mujer con la que vive debido a que, por ejemplo; se encuentra en estado de ebriedad; y de que éste hombre se embriaga porque hay algo que lo motiva o impulsa a eso.

Permite también, poner en cuestionamiento la idea que se desprende de todo esto: que el hombre golpeó a la mujer cuando estaba ebrio, (y que el estar ebrio significa ‘descontrol de impulsos’), por lo tanto esta condición le da al hombre cierta impunidad frente a las consecuencias de sus interacciones, porque al estar ‘descontrolado’ sólo cabe la posibilidad de que algo desencadenó el ‘descontrol’, que anteriormente estaba ‘bajo control’. Ya que si al hombre se le hubiera ‘dejado en paz’, esto no hubiese ocurrido.

Si consideramos el contexto sociocultural en que se da la violencia masculina, podemos encontrarnos con la ideología del patriarcado. De esto se desprenden varios conceptos como por ejemplo:

- La idea de que las mujeres son propiedad de los hombres.

- La idea de que los hombres pueden y deben hacer lo que deseen con sus propiedades.

- El concepto de la ‘jerarquía’ como un ‘orden natural’. Y obviamente de esto se desprende la idea de que el hombre posee un incuestionable derecho a ocupar la posición superior en ese ‘orden natural’.[1]

Para quienes se encuentren en posiciones jerárquicas inferiores, las consecuencias derivan en explotación, desigualdad, abuso, empobrecimiento personal, entre otros.

Paula y Rolando ilustran de manera típica la explicación que bibliográficamente se da como la más común frente a un acto de violencia y abuso por parte del hombre hacia la mujer con la que convive: La respuesta violenta y agresiva se desprende de la biología del hombre ante las provocaciones de la mujer. Esta violencia es capaz de acumularse casi como si fuere una magnitud cuantitativa y por lo tanto; como una eyaculación catártica de ésta, el hombre actúa como actúa. Esta idea y todas las demás que se desprenden desde la ideología patriarcal, se refuerzan de mil formas mediante las prácticas cotidianas y por medio de la literatura (“El señor de los anillos” de Tolkien o el popular “Harry Potter”), series de televisión (como las 'teleseries' en general, por ejemplo), spots publicitarios (no es necesario dar ejemplos), películas ("Arma Mortal" o “Misión Imposible” que tuvo su formato tanto para t.v. como para Cine y en general cualquier rodaje hollywodense), etc.





[1] Claramente se puede apreciar que de este orden natural jerárquico deriva una inconmensurable ‘dosis’ de poder que disminuye a medida que se desciende en la escala jerárquica (¿encontrándose en el último peldaño los niños y en especial las niñas?). Este poder implica sin duda alguna ciertas prácticas de poder que serán ejercidas sobre estos seres con menos derechos (las mujeres).
Cada día los medios de comunicación masivos, las historias familiares, las relaciones de pareja, nos refuerzan de mil maneras diferentes, estas pautas, conceptos e ideas totalizadoras.

20060526

El Maltrato a las Mujeres como Agresión Cultural (parte 1): Una reflexión Cibernética de la violencia intrafamiliar


Hace un tiempo consultan Paula y Rolando. Dos jóvenes, casados, de unos 35 años. Pareja y amigos de toda la vida, pololean desde que tienen 16 años y actualmente tienen 2 hijos pequeños.

Llegan separados al servicio médico, Paula se ve disgustada y ofendida. Rolando se muestra resentido y avergonzado. La primera interacción entre nosotros la hace Paula: “éste... (silencio)... llegó ‘curao’ el sábado... (silencio)... y me pegó de nuevo”.

Así comenzó nuestra historia de interacción, con un hombre que, estando en estado de ebriedad, golpeó a su mujer en un par de ocasiones.

Cuenta Rolando, que desde muy joven ha tenido problemas con el alcohol. En su sureño pueblo natal, se acostumbraba a comenzar a beber a temprana edad y él tenía facilidad para seguir ese tipo de costumbres.

Inevitablemente Rolando intentaba justificar sus acciones, desde la ‘tradición de su pueblo’, desde su poco ‘autocontrol’ con la bebida y con los ‘impulsos’, postuló además que se sentía demasiado observado por Paula y que eso no le permitía ‘respirar’, agregando que “quizás por eso también he hecho lo que he hecho”. A lo que Paula contesta que “si sé que a los hombres cuando están ‘curaos’ no hay que decirles nada, ni menos hacerles ‘atados’ pero es que no me pude aguantar... porque los niños están más grandes y se dan cuenta... y esto les podría afectar...”.

Tradicionalmente, la cultura dominante pone en relieve ciertos discursos, sobre los actos violentos ejercidos en contra de las mujeres. Principalmente me refiero a los abusos cometidos por parte de un hombre en contra de su(s) pareja(s), sin embargo, por falta de bibliografía, tiempo y espacio; no abordé otros tipos de abuso como el Incesto padre-hija, la Agresión física a las hijas, Abuso sexual a la pareja, Abuso moral y valórico por medio del engaño, la humillación y otros.

Las ideas que actualmente nos influyen desde la cultura dominante, nos hacen ver, en gran parte; los actos de violencia desde un punto de vista en donde la interpretación estará cargada del ‘carácter victimológico’[1].

Esto ha influido de tal manera, que incluso el Derecho Penal parece hallarse sesgado y unilateralmente dirigido hacia la persona del infractor, relegando a la víctima a una posición marginal en el ámbito de la prevención social y del derecho civil procesal y penal.

El sistema legal, por ejemplo, operacionaliza con toda precisión el estatus y el rol del inculpado, sin que dicha garantía a favor del presunto responsable tenga como lógico y esperable correlato una preocupación semejante, al menos, por los derechos de las víctimas.

Otro aspecto que debe explicitarse al hacer una reflexión respecto al tema; es que el sistema, debido al carácter victimológico que influye en el proceso e induce las interacciones de cierta forma, que pareciera estar apuntando a mantener unida a la pareja.

Al enfrentarse, las mujeres que han sido víctimas de violencia, con el concepto de la separación; se encuentran ante una cuestión mucho más compleja de lo que parece. Considerando ésta como una opción, las mujeres se ven enfrentadas a la falta de recursos sociales que les permitirían alcanzar el éxito desde su nueva condición: comprar una vivienda acorde con su nueva vida, sostenerse económicamente, recibir ayuda de instituciones públicas y privadas, apoyo por parte de familiares y amigos, etc. Sin mencionar el miedo a represalias en su contra o en perjuicio de sus hijos o sus futuras parejas. Por otra parte los estereotipos de sexo o de género que a grandes rasgos nos hacen evaluar constantemente a las mujeres y valorarlas por la capacidad que tengan de asumir un rol subordinado y de colocarse siempre en segundo plano, actuando de manera marginal y externa en la relación; y en el mejor de los casos, casi como un ‘apoyo’ a las necesidades del hombre.

Estas y otras ideas que se desprenden o no, del discurso dominante de la ideología patriarcal, hacen una tarea muy difícil para una mujer que se separa, el tratar de llevar adelante una vida propia desde el estar sola[2].


[1] La construcción de la idea de que el crimen lo perpetra la víctima de éste.

[2] Uso el termino ‘sola’ y no ‘soltera’, debido a que este último, implica algún tipo de fracaso, falla o falencia social. Sin embargo el término ‘sola’, denota que hay una intención de por medio.

20060501

Construcción de la realidad


Lo que consideramos 'conocimiento del mundo' no es producto de la inducción o de la construcción de hipótesis generales, como se postula desde el pensamiento positivista, sino que está determinado por la cultura, la historia o el contexto social.
Por ejemplo, expresiones como 'hombre', 'mujer' o 'enojo' están definidos desde un uso social de los mismos.
Los términos con los cuales comprendemos el mundo son 'artefactos sociales', productos de intercambios entre la gente, históricamente situados. El proceso de entender no es dirigido automáticamente por la naturaleza sino que resulta de una empresa activa y cooperativa de personas en relación.
Por ejemplo: 'niño', 'amor', etc. varían en su sentido según la época histórica.
El grado hasta el cual una forma dada de comprensión prevalece sobre otra no depende fundamentalmente de la validez empírica de la perspectiva en cuestión, sino de las vicisitudes de los procesos sociales (comunicación, negociación, conflicto, etc).
Por ejemplo: interpretar una conducta como 'envidia', 'enojo' o 'coqueteo' puede ser sugerida, afirmada o abandonada conforme las relaciones sociales se desarrollan en el tiempo. Esta negociación de la realidad da paso a una 'epistemología social'.
Las formas de comprensión 'negociadas' están conectadas con otras muchas actividades sociales, y al formar así parte de varios modelos sociales sirven para sostener y apoyar ciertos modelos excluyendo otros. Alterar descripciones y explicaciones significa amenazar ciertas acciones e invitar a otras.
Por ejemplo: las metáforas usadas en psicología (hombres máquina, mente infantil, etc).

El construccionismo intenta superar la clásica dualidad objeto-sujeto, desarrollando una teoría alternativa del funcionamiento de la ciencia y desafiando la idea de conocimiento como representación mental. El construccionismo sostiene que el conocimiento no es algo que la gente posee en la cabeza sino algo que la gente hace de manera conjunta, en la convivencia de la cotidianeidad.