20061223

Diagnósticos en la Historia

En los dos últimos siglos, hemos sido testigos de una gran “revolución diagnóstica”, caracterizada por una alarmante expansión e intensificación de esta práctica del saber médico-psiquiátrico (Foucault, 1963).

La vehemencia que ha adquirido esta práctica con el paso del tiempo en lo que concierne al dominio de la llamada ‘salud mental’, se puede apreciar muy bien en la ‘evolución’ que han ‘experimentado’ nuestros sistemas de clasificación de las muy diversas distinciones sobre los distintos ‘trastornos mentales’ que se pueden hacer o encontrar actualmente.

En un principio, dichos sistemas clasificatorios eran rudimentarios en su terminología y de muy poca aceptación a nivel de las diferentes comunidades medico-psiquiátricas que los generaban. A medida que el tiempo avanzó, la terminología diagnóstica se expandió exponencialmente, generando con esto, discursos sociales particulares sobre la utilidad y referencia de estas etiquetas sobre los diversos ‘déficits mentales’ que se podían distinguir desde la posición de examinador o evaluador psicológico o psiquiátrico (Gergen, Hoffman & Anderson en Kaslow, 1996).

Para graficar esto, se puede describir la obra de Israel Wechsler “The Neuroses” (1929), donde se identifican aproximadamente una docena de trastornos mentales. Así como la publicación de 1938 de Aaron Rosanoff: “Manual of Psychiatry and Mental Hygiene”, donde se distinguen alrededor de 40 perturbaciones psicológicas y/o psiquiátricas. Luego de esto, con la publicación del primer “Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales – DSM” (APA, 1952) el número de categorías diagnósticas asciende, bordeando los 50 ó 60. Llegando el año 1987, en tan sólo 20 años, dicho manual fue revisado tres veces, publicándose así la versión DSM III-R (APA, 1987), donde el número de las enfermedades mentales reconocidas por la American Psychiatric Association (APA), asciende a la sorprendente cifra de 180 ó 200. Finalmente, con la aparición del DSM IV en 1994, la lista aumenta considerablemente (Gergen et al. en Kaslow, 1996). Es pertinente mencionar, que muchos de los diagnósticos pretéritos como “Histeria Parestética” o “Histeria Autonómica” (Rosanoff, 1938; Wechsler, 1929) han sido desechados por los actuales integrantes de las comunidades lingüísticas médico-psiquiátricas y algunos como la “Deficiencia Moral”, “Vagancia” ó “Misantropía” parecen estar asociados, actualmente a ciertos prejuicios y/o a preferencias culturales sobre lo correcto en una determinada y particular comunidad lingüística (White & Epston, 1990).

Por otra parte, Michel Foucault (1975) se refiere a las clasificaciones en su origen en el siglo XVII puestas en marcha con las primeras organizaciones formales de cuarentena en Europa tras la aparición de brotes de lepra en algunos pueblos y sus consecuencias:

…La relación de cada individuo con sí mismo; con su enfermedad, con su vida y con su muerte; pasa a través de los representantes del poder, del registro que ellos hacen de él y de las decisiones que de ahí en adelante se tomen respecto a él… (p. 195).

20061121

Construcción de Posibilidades Terapéuticas

Por diferentes motivos (diferencia de prioridades, contingencia de actividades, confluencia de deberes, etcétera) , mis actividades diarias se han intensificado y mi tiempo libre disponible para la divagación y la reflexión han disminuido a cero: serios problemas en la administración del tiempo, que espero terminen.


Sin embargo tengo este texto en el que comento un artículo de Gianfranco Cecchin, uno de los exponentes del modelo de Milán... precursor de la formación y de los cambios dentro de ese modelo de terapia familiar. Si bien, este documento fue escrito hace un tiempo, es contingente debido al curso de verano que se hará en la Universidad de Chile sobre este tema.

El artículo completo en PDF lo pueden conseguir enviándome un mail o por msn o algo así... ya que aún no me alcanza la tecnología como para tener un servidor o algo así que albergue mis archivos...

Bueno, como les iba diciendo; en este capitulo, el autor aborda el cambio epistemológico por el que ha pasado junto a su equipo de trabajo. Distingue una episteme base que llama “cibernética”, que es donde el sistema existe como una entidad determinada, abordable directamente, modificable y con propiedades dadas. Así mismo distingue el otro extremo epistémico que se diferenciaría por la característica de la producción social de relatos que permitirían el surgimiento de las relaciones humanas.

Así, articula 3 grandes cambios de perspectiva, que implicaría la modificación a nivel conceptual primordialmente de ciertos aspectos como la idea de “energía” a la de “información”, de las “entidades” estructurales a la “construcción social” y finalmente de tener a la “familia” como centro, propone centrarse en el “terapeuta”.

El primer abordaje de transición epistémica habría implicado, para Cecchin, el paso del concepto de “energía” al concepto de “información”. Sin embargo esta transición los llevaría a un ‘atolladero’, un estancamiento; debido a que la información se puede entender como un particular acoplamiento estructural en un determinado contexto de la matriz operacional entre 2 o más estructuras, centrarse en la información desde ese punto de vista puede no ser tan adecuado, ya que se estaría viendo el lenguaje desde una metáfora de ‘meaning-in-itself’, lo que se sostendría sólo si se considera que las palabras que conformarían los “mensajes” que menciona Cecchin, son producciones consensuadas socialmente, con un significado ‘descontextualizado’. La importancia del “mensaje” no se sostiene si se considera el lenguaje en uso: palabras utilizadas por sujetos particulares en contextos particulares.

La segunda aproximación al cambio epistemológico se refiere al paso de conceptualizar “entidades” a pensar en “construcciones sociales”, aquí se hace evidente a través de los postulados de Gregory Bateson la cualidad construida y particular del lenguaje, así se cambia la metáfora de ‘meaning-in-itself’ por la cual se comprendía el lenguaje por una de ‘meaning-for-somebody’, el lenguaje en uso por ciertos individuos en ciertos contextos operacionales. Ellos desarticularon con esto la metáfora del juego y de la competencia, así se deja de percibir a los sistemas humanos como sistemas competentes y se abre una posibilidad de conceptualizarlos como sistemas más ‘naturales’, sistemas basados en la confianza y en la colaboración que ésta implica. De esta forma, había que incurrir en un tercer movimiento para hacer el giro epistemológico, centrarse en el terapeuta más que en las familias.

Lo primero que se debe asumir cuando es el terapeuta quien se hace cargo de las observaciones hechas, es el marco que sustenta tales ideas. Cecchin cuestiona la conceptualización clásica que se maneja con respecto a las hipótesis, proponiendo una visión más abierta de ésta: la hipótesis como una invitación a la creación de un nuevo sistema. Al cuestionar la postura de ‘descubridor de verdades hipotéticas’ del terapeuta, se pone en cuestionamiento a su vez, la postura ‘neutral’ que denomina Cecchin, postulando una posición de curiosidad, derivada de la relatividad de las explicaciones que pueden ser concebidas por el o los terapeutas.
En suma, Cecchin en su retrospectiva epistemológica, nos presenta más que un ‘modelo de terapia’, un ‘modelo de terapeuta’. Donde un dejo de relativismo sustentado por la característica no neutral del observador lo aleja de las hipótesis, de los modelos del deber-ser y de las ‘verdades’ preconcebidas. Y es más, el autor se aventura a postular al terapeuta construccionista social como un “irreverente”, con una postura “irónica” frente a las observaciones que se puedan o no hacer.

20061001

Jazz y Terapia

Hace tiempo que no escribía en este blog. A cambio hice algo en el otro.
He estado un poco disperso y eso se ha notado en muchas de las cosas que hago día a día. Sin embargo, el actuar de manera desestructurada no es para nada malo como se cree desde el discurso dominante del estructuralismo y desde el canon de la estabilidad que seguimos todos locamente por la vida.
Estas semanas de relajo e improvisación me han servido muchísimo; me encataría poder improvisar sobre los conceptos todo el tiempo. Como lo he hecho durante estos días y como lo hago en la banda en que participo: Nastraiàn.


Y con respecto al tema que aborda este blog; declaro que me encantaría poder hacer terapia así como Charlie Parker, Ornette Coleman y el Gran John Coltrane hacían Jazz.

Parker, padre del increible Bebop dijo alguna vez: "...La música es tu propia experiencia, tus pensamientos, tu inteligencia. Si no la vives, no brotará de tu instrumento...".
Y así mismo, Coleman, uno de los padres del majestuoso jazz de vanguardia dijo: "...Un día la música será mucho más libre. El patrón de la melodía será olvidado y la melodía misma será su patrón y ya no se verá obligada a adaptarse a lo convencional. La creación musical es tan natural como el aire que respiramos. Creo que la música es una actividad realmente libre y se debe disfrutar de todas las maneras que te sea posible...".
Y sólo por citar una de las tantas y maravillosas frases (entre otras cosas) que nos dejó el Inconmensurable John Coltrane, "...A veces hay muchas cosas que se hacen cuando uno está interpretando música y que nadie las entiende; pero que al analizarlas minuciosamente, se sienten emocionalmente..." y que "...la gente necesita cambios positivos en sus vidas y esto implica liberarse de las estructuras inhabilitantes; la música [postestructuralista] que hemos hecho [entre otros, refiriéndose al disco Ascention], creo que ayuda a que se creen patrones positivos de pensamiento en la mente de la gente...".

Así, estos grandes jazzistas nos demuestran lo fieles que eran a sus intuiciones. No temían correr riesgos y se negaban al sometimiento que implicaban las reglas de la teoría musical convencional. Al permitirse tocar con total libertad, nos liberaron a nosotros, su público, de la condena a quedar estancados en lo ya tan escuchado y abrieron las puertas a cambios vertiginosos en sus ideas y su sensibilidad.


En Suma: esencialmente, ellos se utilizaron a sí mismos como agentes de cambio de "segundo orden" como diría Watzlawick. Creo que al utilizar los métodos de improvisación compuesta de Parker, Coleman y Coltrane (entre otros), nosotros, desde la posición de terapeutas enmarcados en una sólida base teórica y técnica pero a la vez libre, desprejuiciada y sin expectativas en la práctica, encontraremos formas más creativas, divertidas y productivas de trabajar con las familias y la gente en general.

20060910

¿Buscar qué?: La posición del terapeuta

Hay una planta del género Ceanothus que crece en algunos países de América y que se cultiva artificialmente en algunos lugares de Europa. Permanece particularmente en estado latente durante muchos años, esperando a que se generen las condiciones propicias para ‘desatar’ su desarrollo (por ejemplo: el calor intenso, como el de un incendio forestal). De manera similar, dadas las condiciones propicias, las personas con quienes trabajamos en nuestra disciplina, cuentan con el potencial y los recursos necesarios para crearse nuevos futuros. ¿Cómo hacemos desde nuestra posición de terapeutas, para brindar las condiciones contextuales que faciliten el florecimiento de nuevas historias y la generación y el desarrollo de nuevas narrativas liberadoras y habilitantes?

Hemos sido formados para convertirnos en verdaderos <<detectives psicológicos>>, en terapeutas que buscan patologías.
Durrant (1991 citado en Friedman, 1993) propone que cambiemos el discurso de <<detectores de patologías>> y nos consideremos <<detectores de competencias>>, terapeutas que buscan amplificar la competencia y los recursos del cliente. Cada vez que analizamos una situación terapéutica, nos encontramos con las historias de la vivencia de personas que han estado sumergidas en una visión de su vida que está saturada de problemas (White y Epston, 1990). ¿Cómo hacemos desde nuestra posición de terapeutas, para cocrear las condiciones que permiten a los clientes detectar elementos de sí mismos y de su comportamiento que contradigan esta visión saturada de problemas?, en los casos de la gente que llega a consultar, nos encontramos con problemas que han crecido en tamaño e importancia al punto de que han comenzado a dominar las conversaciones acerca de su vida. Cuanto más pensamos en el problema, más sumergidos nos encontramos en una espiral de diálogo interno ‘negativo’ que nos ‘inunda’ el pensamiento y nos deja con un sentimiento de agobio y desesperanza hacia el futuro...

...Con estas ideas en mente, puedo concebir la terapia como una “travesía de liberación”, un viaje de descubrimiento de nuevas posibilidades y perspectivas. ¿Cómo podríamos prepararnos para semejante viaje?
Supongo que tenemos que viajar ligeros y evitar cargar exceso de equipaje: los supuestos que nos hacen ingresar en la vorágine de la generación de hipótesis y el análisis estructural. Al liberarnos de estos supuestos, aumentamos nuestra disponibilidad para escuchar la historia del cliente y generar con éste, nuevos significados y explicaciones que lo sacarán de un mundo saturado de problemas para hacerlo ingresar en otro mundo, en el que, en el mejor de los casos, el discurso dominante es el de la competencia y la sensación de ocupar la posición de agente de su vida (Anderson, 1997. White y Epston, 1990. White, 1989).

Si imaginamos el proceso terapéutico como una travesía en la cual los clientes se alejan de un mundo saturado de problemas e ingresan a otro en el que pueden recuperar su autonomía y la sensación de que ocupan la posición de agente; ¿qué se necesita de parte del terapeuta? Parece ser necesario un cambio en la posición del terapeuta, que debe pasar de una actitud de ejercer autoritariamente la profesión a otra de renovado respeto por la voz del cliente y su capacidad de ser autor del relato de su propia vida, un cambio de una posición de “director autoritario” de la acción a otra de “observador participante” o “participante facilitador” de la conversación terapéutica. (Anderson, 1997. Goolishian y Anderson, 1987. White y Epston, 1990. White, 1989).

20060826

Sobre los Discursos Soporíferos

Gregory Bateson (1972, 1980) habla sobre un discurso cualitativamente diferente, el discurso soporífero. Este documento tiene la particularidad de ‘adormecer’, dejar en un estado de sopor (como su nombre lo indica) a los sujetos que estén socializados con él. Por ejemplo este discurso se podría asociar a la cultura patriarcal y a las ideologías machistas, en donde nos encontramos con un contexto propicio para que se dé el llamado “carácter victimológico”[1] en donde se construye la idea de que el crimen (VIF por ejemplo) es perpetrado por la víctima de éste (frecuentemente la mujer)[2].




[2]
Por ejemplo, este titular de un noticiario electrónico nacional: "mujer agregiga con alicate defiende a su agresor ante tribunales. En forma increible, la mujer que fue brtalmente quemada en sus genitales con una alicate caliente por parte de su pareja, aseguró este 16 de junio que desea volver con él, pues ya lo perdonó. Así lo afirmó la mujer en el segundo juicio oral del caso, el que se inició el 15 de junio en el Centro de Justicia." (Teletrece. 16/06/2006).

20060819

Monólogos: Relatos de Problemas

Cuando una persona, describe un problema que lo aqueja en su vida, ésta está refiriéndose a un monólogo.
[Entiéndase monólogo como: Un discurso en que los participantes no se ofrecen la oportunidad de estar en conversación. No hay Conversación. A diferencia de lo que ocurre en un diálogo, no hay espacio para la indagación compartida, sino sólo para las perspectivas singulares; la novedad no es posible. El monólogo es una ruptura de la conversación , el monólogo genera las condiciones que provocan el colápso del diálogo. (Anderson, 1986; Anderson, 1997; Goodlishian y Anderson, 1987). (Las bastardillas son de los autores).]















Estos monólogos, son relatos que se encuentran debidamente documentalizados en la historia y monumentalizados por técnicas de eternalización de la sociedad.
Narran historias sobre sufrimiento, opresión y fracasos. Sin embargo, estos discursos no sirven como aproximación a la verdad; pueden estar sesgados, quizás, por ciertos deseos o bien, por discapacidades cognitivas de los clientes. Estos discursos no son más que interpretaciones de la vida, integradas por narrativas, metáforas, lógicas culturales y demás. Esos relatos se parecen más a los acompañamientos y arreglos de las obras musicales que a espejos o mapas. Y su principal significación reside en su utilidad social, no en su validez relativa.
Al ahondar un poco en los diversos monólogos
que podrían referir a problemas, nos podemos dar cuenta de que las ideas fundamentales de éstos, derivan de un relato dominante de la cultura actual: En nuestra cultura contemporánea (y no tanto), existe un relato dominante sobre una persona ‘moralmente valiosa’. En la narración de este discurso, se exaltan cualidades arbitrarias que supuestamente deberían poseer los individuos, como la “seguridad en sí mismo”, la “autonomía”, la “realización personal”, el “poseer, manipular y transar ciertos artículos, objetos u artefactos”, entre otros. Nos podemos enterar a través de los monólogos de ciertos patrones que describen como debería ser la vida de tal o cual persona. Desde la perspectiva donde se realiza esta reflexión, se considera que las ideas que se desprenden como esporas desde éste y otros discursos dominantes, especifican y/o prescriben una manera específica de ser y de pensar, que moldeará la llamada <<individualidad>> de los sujetos totalizados en la cultur[1]. Así, esta <<individualidad>>, es una manera de ser que, en realidad, no es más que una manera culturalmente preferida de ser.
Para mí, el ser actual, no representa un modo de vida auténtico o una expresión real o genuina de la naturaleza humana sino, más bien, una especificación o prescripción de preferencias culturales. Las descripciones o relatos de cómo sería una vida si fuera “correcta” moldean nuestras vidas. Y lo “correcto” es específico de cada cultura.
Lo “correcto” requiere de ciertas operaciones sobre nuestras vidas, muchas de las cuales tienen especificaciones de género y de clase. Por medio de estas especificaciones operativas, nuestros pensamientos, nuestras relaciones con los demás,
nuestras relaciones con nosotros mismos, incluso al nivel de nuestra relación con nuestros cuerpos (nuestros gestos, la disposición del cuerpo en el espacio, incluso el modo en que nos sentamos y nos movemos) serían gobernados culturalmente: Todo al servicio de reproducir la <<forma privilegiada>> o el modo de ser dominante de una cultura.[2] (Anderson, 1997; Artaud, 1976; Epston, 1994; Foucault, 1973, 1979; Gergen, 1973, 1985, 1988, 1994; White y Epston, 1990; White, 1986, 1995, 1997).
De esta forma, siguiendo las nociones estructurales de las narrativas propuestas por Bruner en 1986 podemos distinguir dos dominios interrelacionados helicoidalmente:
El Dominio de Conciencia y El Dominio de Acción (White, 1989). En donde el primero se constituye por “hechos eslabonados en secuencias particulares a través de la dimensión temporal (pasado, presente y futuro) y de conformidad con tramas específicas” (White, 1989. p. 31). Y en donde el segundo está principalmente constituido por las “interpretaciones de los personajes que figuran en la narración y también por las interpretaciones del lector cuando éste penetra, por invitación del autor, en la conciencia de esos personajes a medida que se desenvuelven [en el dominio de acción]” (White, 1989. p 31-32). Cuando todas las creencias, deseos, cualidades, estados intencionales, etcétera, derivados del dominio de conciencia, se elaboran de manera suficiente en el texto, se solidifican, determinando trayectorias particulares de vida; “estilos de vida”.


Dicho de otro modo, estos “estilos de vida” se basan en la conjugación de las creencias y de las conductas explícitas o no de los autores del relato, pertenecientes a las unidades analíticas denominadas ‘dominios de acción’ y ‘de conciencia’; estos dos dominios engloban las diferentes lecturas que se hacen de cada uno de los relatos relevantes en el historiar de los individuos. Estamos de acuerdo en que existen tantos estilos de vidas como personas y familias en el mundo; sin embargo hay personas, que su estilo de vida tiene directa relación con el sufrimiento y la opresión. Estilos de vida marcados por ‘discursos soporíferos’.



[1] Me refiero con el término ‘sujetos totalizados’, a las personas que se sumergen en estilos de vida dictaminados por los denominados discursos totalizadores que propone Kenneth J. Gergen (1973, 1985, 1988, 1994) o bien al analizar ciertos estilos de vida desde la metáfora del ‘panóptico social’, que deriva del análisis del panóptico que hace Michel Foucault (1979).

[2] Sobre la Educación en Chile ¶ 6.

20060806

La Interpretación en la Cotidianeidad

¿Cómo explicar el hecho que una palabra o una frase logre remover sentimientos, emociones, razones, conductas, etcétera? ¿Cómo explicar que existiendo tantos posibles discursos, tantas posibles versiones disponibles sobre un mismo hecho, emergan, resalten y se cosifiquen sólo algunas y no otras para ciertos individuos?: Sólo puedo pensar en la interpretación del vivenciar.


Los seres humanos somos seres interpretantes (Anderson, 1997; Bateson, 1972; Bruner, 1986; Derrida, 1978; Foucault, 1980; Gergen, 1985; Maturana y Varela, 1987; White y Epston, 1990), vamos moldeando nuestras experiencias a medida que nuestra limitada estructura va percibiendo los estímulos que pueden ser captados mientras vivimos nuestras vidas
[1] (Maturana y Varela, 1987).

Estas experiencias sólo se pueden moldear en la interpretación, y para poder hablar de interpretación, debemos reconocer la existencia de algún marco de inteligibilidad que brinde el contexto para el vivenciar de la experiencia y la atribución de significado a éstas (White y Epston, 1990).


Los procesos narrativos se van a referir a los hechos ocurridos en determinado periodo de tiempo y en determinados espacios, para el esclarecimiento del asunto que se trata, dictaminando una versión de lo ocurrido,
posibilitando así el archivo de éstos [2] y facilitando, además, el logro de los fines premeditados o no, del orador.
Para poder articular las narrativas y hacerlas válidas y efectivas en nuestras vidas, necesitamos valernos de la conversación (y la inmersión cultural y relacional que ésta implica) como medio único para la negociación de cada uno de los significados que usaremos en el lenguaje. La palabra ‘conversar’, proviene de la unión de dos raíces latinas: cum y versare, que vendrían significando textualmente algo así como “con” y “dar vueltas”; al articular estos términos al español, “conversación” sería algo así como el ‘dar vueltas con’ otro (Maturana, 1995). Así mismo, Maturana (1978, 1988 citado en Maturana, 1995) define el lenguaje como un sistema de coordinaciones conductuales recursivas y consensuales de coordinaciones conductuales consensuales.

De estos (y muchos otros) aspectos resulta la inevitable conclusión de que el lenguaje, como proceso, no tiene lugar en el cuerpo (particularmente en el sistema nervioso) de los individuos que participan en él, sino que sucede en el espacio intersubjetivo de coordinaciones conductuales consensuales que se constituye en el fluir probabilísticamente recursivo de sus encuentros corporales o virtuales recurrentes. [3] Es pertinente aclarar que ninguna conducta, gesto o postura corporal particular, vendría constituyendo por sí solo y a priori un elemento perteneciente al dominio lingüístico, sino que sólo se incorporaría a éste en la medida en que pertenezca también al fluir probabilísticamente recursivo de coordinaciones conductuales consensuales al que se refiere Maturana.


Así, son [<<palabras>>] [entiéndase como artefactos constituyentes del lenguaje] sólo aquellos gestos, sonidos, conductas o posturas corporales, que participan como elementos consensuales en el fluir recursivo de coordinaciones conductuales consensuales que constituye el lenguaje. Las [<<palabras>>] son, por lo tanto, nodos de coordinaciones conductuales consensuales; por esto. Lo que un observador hace al asignar significados a los gestos, sonidos, conductas o posturas corporales, que él o ella distingue como [<<palabras>>], es connotar o referirse a las relaciones de coordinaciones conductuales consensuales en que él ve que tales gestos, sonidos, conductas o posturas corporales, participan. (Maturana, 1995. p 87).

Dicho de otro modo, las <<palabras>> constituyen todos los artefactos[4] operacionales que pueden ser encontrados en el dominio de existencia de los seres vivos participantes en el lenguaje. En suma, lo que ocurra en el lenguajear tendrá consecuencias directas en nuestra dinámica corporal y lo que pasa en nuestra dinámica corporal, tendrá consecuencias en nuestro lenguajear[5] (Maturana, 1995).

Así, podemos encontrar que el lenguaje particular de cada individuo, está determinado tanto por la historia de interacciones como por las políticas culturales dominantes y toda variable intrínseca o extrínseca a la relación lingüística, de esta manera articulamos que:

El lenguaje da forma a todas las relaciones humanas y es a su vez modelado por éstas. La lente analítica del observador se enfoca hacia fuera, hacia el lenguaje en uso, alejándose de la estructura del cliente y acercándose a las relaciones sociales, tomando distancia de la ‘interioridad’ y volcándose a lo ‘interpersonal’. La preocupación central que nos queda con esto, es el modo en que el lenguaje construye el mundo, estableciendo la ontología y el conjunto de valores que las personas imprimen en su vida.

El lenguaje permite la ejecución en la vida, de los diversos relatos que se barajan y se transmiten socialmente. Las experiencias vivenciadas se ven moduladas por el historiar de éstas, así los procesos de interpretación, significación, resignificación y rememoración[6], no se muestran neutrales en cuanto a sus efectos en nuestras vidas, sino que tienen efectos reales: influyen en las decisiones que tomamos y en las emociones que expresamos; por decirlo de una manera más global: intervienen en los pasos que damos por los caminos que elegimos seguir.

Estas narraciones del sí mismo actuarán como las determinantes de cuales serán los aspectos que se expresarán de nuestra experiencia vivida; así mismo, en el historiar de los relatos se determinará la forma de expresión de la versión de la experiencia vivida.



[1]Al encontrarnos con el concepto de ‘límite’, la tradición nos transporta hasta la noción de fin o término de algo, sin embargo, invito a pensar en el término ‘límite’ más bien como en la separación virtual de una y otra cosa; en el extremo imaginario de algo, lo que le permite relacionarse con cualquier otra cosa en una verdadera danza de interacciones recurrentes y recursivas, sin las restricciones que pudiera generar la idea de perder la organización de su estructura. Por lo tanto, al limitar algo, lo que estamos haciendo es establecer las condiciones para que las posibilidades relacionales sean prácticamente infinitas.

[2]Al contextualizar La Versión de los asuntos: El Documento. Éste se Archiva en la experiencia.

[3]Es preciso destacar el aspecto virtual de los encuentros inicialmente denominados corporales, debido a que actualmente los espacios intersubjetivos que propone Moscovici (1998), se podrían considerar ‘expandidos’ hasta la infinidad gracias a la interacción tecnológica que interviene de manera radical en las llamadas unidades de tiempo y espacio en relación con los procesos interaccionales entre seres vivos en general y seres humanos en particular.

[4]Léase artefacto como: Obra mecánica, aparataje operante, objeto cargado, variaciones perturbadoras de los marcos de interpretación.

[5]“Lenguajear: Neologismo que hace referencia al acto de estar en el lenguaje sin asociar tal acto al habla, como sería con la palabra ‘hablar’.” (Maturana, 1995. p. 87)

[6]Con el neologismo ‘rememoración’, me refiero al proceso de evocar, recordar y revivir la significación del experienciar, en un sentido más amplio que el simple y clásico ‘recuerdo de la memoria’. La rememoración no es una mera recuperación de información desde una unidad de almacenaje. Es el revivir la experiencia a través del poder que tiene la narración de ésta. Vittorio Guidano trabaja con la rememoración en su técnica post-racionalista de ‘La Moviola’ (1994).




20060718

Discursos: Documentos y Monumentos


Desde que Aristóteles introduce el concepto de ‘psique’ en su filosofía; la mente, se configuró como uno de los campos de estudio más complejos para la humanidad.
Sin duda alguna el concepto es potente: “psique”, el acto primero de todas las cosas. Nos faculta para que podamos sentir y percibir. Cualquier acción de la conciencia se podría concebir dentro de la mente (Murphy, 1971); esto nos marcó profundamente como linaje, en todo dominio de acción.
Estas marcas, las llevamos también junto a nuestra disciplina y durante el paso de los años, las ideas que se desprenden desde esta concepción atómica del ser humano[1], se han convertido en documentos y éstos, en interacción con la historia, en monumentos[2] (Foucault, 1970), reificándose en los discursos más ‘superficiales’ que manejamos y por lo tanto, más accesibles[3]. La accesibilidad de los discursos hace que sean éstos, los que tengan más probabilidades de ser llevados a práctica, transformándose éstas prácticas en las preferidas de una u otra determinada cultura, debido a su mayor probabilidad de ocurrencia. Así, nos encontramos con discursos psiquiátricos sobre la locura, discursos médicos sobre la disfunción somática, discursos económicos sobre el manejo de ciertos recursos, discursos políticos sobre la administración de valores[4], discursos canónicos generalizados sobre la medición, el manejo, la administración y la regulación de nuestras vidas.
Como anteriormente fue revisado, los discursos al documentalizarce pasan a estar en los diálogos y monólogos sociales y culturales, por lo tanto históricos; así en la historia, por medio de la eternalización el documento se transforma en monumento para ser posteriormente convertido en práctica cultural.
Estos discursos pueden estar eternalizados por la historia y convertidos en prácticas culturales preferidas por la sociedad, pero sólo adquieren sentido, validez e influencia en nuestras vidas desde la interpretación personal de cada individuo.






[1] En donde la unidad es lo indivisible y lo básico del concepto de humanidad. Donde la unidad orbita en un mundo de relaciones, secundarias a la existencia de éste. Donde la unidad está predeterminada ‘desde dentro’ por su estructura y las características de ésta.

[2] La creación de documentos históricos como una práctica utilizada por cierta sociedad para dar estatuto y elaboración a una masa ideológica determinada. Sin embargo los documentos no dejan de ser textos (orales o escritos) susceptibles de ser empleados como datos, en algún grado, fidedignos para probar o ilustrar algo; así se hace necesaria la irrupción de la ‘historia’ junto a esa sociedad, manifestándose mecanismos de eternalización, para poder monumentalizar los documentos (Foucault, 1970). De esta forma obtenemos una estructura de pensamiento definida, construida, objetivada y memorable de lo que en algún momento fue sólo una idea más.

[3] Si pensáramos en los discursos sociales en la historia como en las capas de una cebolla (Anderson, 1997) (en el idioma alemán, el concepto ‘Historia’ tiene cinco términos diferentes. Uno de ellos que vendría siendo algo así como la ‘historicidad de la historia”: Geschichte, éste término entrega los matices lingüísticos como para entender la historia como en la metáfora de la cebolla, capa a capa).

[4] Me refiero a la política de los aparatos.

20060616

La Vida como Narrativa (parte 2)

En el caso de la Señora Alicia, ella narra un monólogo[1] respecto a su exclusión del sistema en el que “todos los demás fueron acogidos y actualmente son respaldados”. Ella trágicamente cuenta cómo su vida se desmorona actualmente, debido al sobreendeudamiento económico que tiene; ‘las crisis’ que la atacan; los diferentes estilos de vida que llevan sus hijos, (los cuales no comparte); las malas relaciones con su hija menor; la tristeza que siente al saber que poco falta para que una de sus hijas abandone la mediagua en la que viven para convivir con su actual pololo, (cosa que tampoco encuentra correcto); entre otras situaciones que la agobian.

Al ahondar un poco más en este monólogo. Nos podemos dar cuenta de que las ideas fundamentales de éste, derivan de un relato dominante de la cultura actual: En nuestra cultura contemporánea (y no tanto), existe un relato dominante sobre una persona ‘moralmente valiosa’. En la narración de este relato, se exaltan cualidades arbitrarias que supuestamente deberían poseer los individuos, como la “seguridad en sí mismo”, la “autonomía”, la “realización personal”, el “poseer ciertos artículos, objetos u artefactos”, entre otros.

Desde la perspectiva donde se realiza esta reflexión, se considera que las ideas que se desprenden como esporas desde éste y otros discursos dominantes, especifican y/o prescriben una manera específica de ser y de pensar, que moldeará la llamada <>> de los sujetos totalizados[2] en la cultura. Así, esta <>>, es una manera de ser que, en realidad, no es más que una manera culturalmente preferida de ser.

Para mí, el ser actual, no representa un modo de vida auténtico o una expresión real o genuina de la naturaleza humana sino, más bien, una especificación o prescripción de preferencias culturales. Las descripciones o relatos de cómo sería una vida si fuera “correcta” moldean nuestras vidas. Y lo “correcto” es específico de cada cultura.

Lo “correcto” requiere de ciertas operaciones sobre nuestras vidas, muchas de las cuales tienen especificaciones de género y de clase. Por medio de estas especificaciones operativas, nuestros pensamientos, nuestras relaciones con los demás, nuestras relaciones con nosotros mismos, incluso al nivel de nuestra relación con nuestros cuerpos (nuestros gestos, la disposición del cuerpo en el espacio, incluso el modo en que nos sentamos y nos movemos) serían gobernados culturalmente: Todo al servicio de reproducir la <>> o el modo de ser dominante de una cultura.[3] (Anderson, H. 1997; Artaud, A. 1976; Epston, D. 1994; Foucault, M. 1973, 1979; Gergen, K. 1973, 1985, 1988, 1994; White, M. y Epston D. 1990; White, M. 1986, 1995, 1997)

Por otra parte, pienso que algunos de los desarrollos recientes en nuestra disciplina, en las áreas de teoría, práctica e investigación., efectivamente desafían algunas de las políticas centrales a la preocupación por la reproducción de la cultura dominante en el ejercicio del asesoramiento psicológico y en la terapia. (Anderson, H. 1997; Gergen, K. 1994; White, M. y Epston D. 1990)

Por ejemplo, como expone Michael White,

Ha habido un desafío generalizado a algunas de las prácticas de poder que incitan a las personas a medir sus vidas, relaciones, familias, etcétera, según alguna idea acerca de cómo deberían ser éstas; y también se ha cuestionado hasta qué punto los terapeutas han obrado intentando moldear a las personas y las relaciones para que se ajustaran a las estructuras <<ideales>> que sustentan estas ideas. (White, M. 1995, pág. 23)

Así mismo, es pertinente reiterar el cuestionamiento que de esto deriva respecto al rol que ejerce el terapeuta como un posible y potencial cómplice absoluto en la reproducción de la cultura dominante.

Muchos de los postulados de Kenneth J. Gergen que se encuentran en la base del construccionismo social, están entre los avances de la disciplina que nos permiten alejarnos un poco de la postura de cómplice antes mencionada que deriva de la propuesta que hace Michael White.

Estos desarrollos dentro de la disciplina, así como otros aportes extra-disciplinarios (biología, física, antropología, sociología, entre otros), nos alientan a reconocer y cuestionar el aspecto político de la terapia, rechazando así la idea que predomina en la ideología terapéutica; así podríamos acceder a analizar la terapia como fenómeno y proceso, como una forma de dominación sobre las personas; y de paso, considerar algunas de las prácticas de poder que se estarían ejerciendo sobre los consultantes, además de tener presente las mismas u otras prácticas de poder que forman parte de toda interacción terapéutica. (Foucault, M. 1973, 1979)




[1]En un monólogo, los participantes no se ofrecen la oportunidad de estar en conversación. No hay conversación. A diferencia de lo que ocurre en un diálogo, no hay espacio para la indagación compartida, sino sólo para las perspectivas singulares; la novedad no es posible. El monólogo es una ruptura de la conversación, el monólogo genera las condiciones que provocan el colapso del diálogo. (Anderson H. 1986; Anderson, H. 1997; Goolishian, H. y Anderson, H. 1987). (Las bastardillas son de los autores).

[2]Me refiero con el término ‘sujetos totalizados’, a las personas que se sumergen en estilos de vida dictaminados por los denominados discursos totalizadores que propone Kenneth J. Gergen (1973, 1985, 1988, 1994) o bien al analizar ciertos estilos de vida desde la metáfora del ‘panóptico social’, que deriva del análisis del panóptico que hace Michel Foucault (1979).

20060613

La Vida como Narrativa (parte 1)

Al analizar el caso de la señora Alicia, una mujer soltera, de 47 años, proveniente de Valdivia. Que actualmente vive en Santiago, en precarias condiciones en un departamento interior en el patio de su cuñado, junto a dos de sus seis hijos y que acusa malestares como jaquecas reiteradas, desánimo generalizado y ganas de desaparecer; además de esto, relata estar sintiendo algo diametralmente opuesto: La señora Alicia cuenta vivir “episodios de ira que desencadenan la rabia eufórica”, que descarga contra sus hijas o bien contra ella misma.

Por todo esto y otras cosas, el psiquiatra la diagnosticó con un Trastorno Mixto Ansioso-Depresivo con Crisis de Pánico; así mismo, la señora Alicia se describe como “la mujer que el sistema olvidó”.

Los seres humanos somos seres interpretantes (Anderson, H. 1997; Bateson, G. 1972; Bruner, J. 1986; Derrida, J. 1978; Epston, D. y White, M. 1992; Foucault, M. 1980; Gergen, K. 1994; White, M. y Epston, D. 1990), vamos moldeando nuestras experiencias a medida que nuestra limitada estructura va percibiendo los estímulos que pueden ser captados mientras vivimos nuestras vidas.

Estas experiencias sólo se pueden moldear en la interpretación, si reconocemos la existencia de algún marco de inteligibilidad que brinde el contexto para el vivenciar de la experiencia y la atribución de significado a éstas. (White, M. y Epston, D. 1990)

¿Cuál sería el marco de inteligibilidad que contextualiza nuestro vivenciar y nos permite el significar? Para mí, son los relatos. Las Narrativas.

Los procesos de interpretación, significación, resignificación y rememoración[1], no son neutrales en cuanto a sus efectos en nuestras vidas, sino que tienen efectos reales: influyen en las decisiones que tomamos y en las emociones que expresamos; por decirlo de una manera más global: intervienen en los pasos que damos por los caminos que elegimos seguir.

Estas narraciones del sí mismo actuarán como las determinantes de cuales serán los aspectos que se expresarán de nuestra experiencia vivida; así mismo, en el historiar de los relatos se determinará la forma de expresión de la versión de la experiencia vivida.





[1]Con el neologismo ‘rememoración’, me refiero al proceso de evocar, recordar y revivir la significación del experienciar, en un sentido más amplio que el simple y clásico ‘recuerdo de la memoria’. La rememoración no es una mera recuperación de información desde una unidad de almacenaje. Es el revivir la experiencia a través del poder que tiene la narración de ésta. Vittorio Guidano trabaja con la rememoración en su técnica post-racionalista de ‘La Moviola’ (1994).

20060604

Sobre la Educación en Chile

Me pareció pertinente tocar un tema contingente y bastante debatido (aunque no lo suficiente), porque creo que los puntos que están en discusión son, para variar, los temas de urgencia y no los temas de importancia.[1]

La educación va mucho más allá del marco de inteligibilidad que la encuadra actualmente: Hoy sólo se da prioridad a la Enseñanza y al Aprendizaje. Se evalúa a los profesores en su eficacia y efectividad enseñando y los alumnos son evaluados en su eficacia y efectividad aprendiendo.

El proceso de Educar, ¿sólo se refiere a la Enseñanza y al Aprendizaje?, ¿es un mero traspaso de información?, ¿dónde queda el desarrollo del educando?

Creo que la reforma de la educación, será algo mucho más complejo, que no se resolverá con la legalitis que sufren los estados y las políticas partidistas modernas.

Tanto los colegios como las Universidades nos preparan para trabajar, servir y producir en la sociedad actual. He ahí el problema.

Nuestra cultura nos exige ciertos patrones: existe un relato dominante sobre lo que significa ser una persona ‘moralmente valiosa’, este relato exalta la ‘seguridad en sí mismo’, la ‘autonomía’, la ‘realización personal’, etcétera. Estas y otras ideas especifican o prescriben una manera de ser, pensar y actuar que moldea y determina eso que se suele llamar <<individualidad>>. Como están actualmente las cosas, esta <<individualidad>>, no es más que una manera culturalmente preferida de ser. Para mí, el ser actual, no representa un modo de vida auténtico o una expresión real o genuina de la naturaleza humana sino, más bien, una especificación o prescripción de preferencias culturales. Las descripciones o relatos de cómo sería una vida si fuera “correcta” moldean nuestras vidas. Y lo “correcto” es específico de cada cultura. Lo “correcto” requiere de ciertas operaciones sobre nuestras vidas, muchas de las cuales tienen especificaciones de género y de clase. Por medio de estas especificaciones operativas, nuestros pensamientos, nuestras relaciones con los demás, nuestras relaciones con nosotros mismos, incluso nuestra relación con nuestros cuerpos (nuestros gestos, la disposición de nuestros cuerpos en el espacio, incluso el modo en que nos sentamos y nos movemos) son gobernados culturalmente: Todo al servicio de reproducir la <<forma privilegiada>> o el modo de ser dominante de una cultura.

El tema importante en la discusión sobre la Educación, es el cuestionamiento por si la enseñanza que se entrega está reforzando los modelos dominantes y totalizadores de la realidad cultural actual y cómo esto influye en el desarrollo de las personas que construiremos la sociedad del futuro. La enseñanza actual, ¿Facilita el pensamiento autónomo y la mirada crítica?, Los educandos contemporáneos, ¿Seremos reproductores o creadores de sistemas? ¿Podremos llegar a algo nuevo? ¿Estará dentro de nuestras opciones el elegir en la diversidad? ¿Será posible vislumbrar nuevas posibilidades de ser en la sociedad?





[1] Según la Real Academia Española (RAE), ‘urgencia’ es la “Necesidad o falta apremiante de lo que es menester para algún negocio” además de la “Inmediata obligación de cumplir una ley o un precepto.” En cuanto a ‘importancia’, la RAE lo define como la “Cualidad de lo importante, de lo que es muy conveniente o interesante, o de mucha entidad o consecuencia.” (las bastardillas en ambas definiciones son mías, para la posterior reflexión del lector).

20060528

El Maltrato a las Mujeres como Agresión Cultural (parte 3): Una reflexión Cibernética de la violencia intrafamiliar

Particularmente en el caso de Paula y Rolando, el desencadenante y principal inculpado en los actos de violencia era el alcohol. Siendo el mal uso de éste, el que hacía que Rolando no pudiera ‘controlarse’, desencadenando los episodios de violencia y agresión en contra de Paula, quien era la que los provocaba indirectamente.

El alcohol actúa como un depresor del sistema nervioso; y las consecuencias son bastante conocidas y existe una amplia bibliografía sobre el tema. (Verity, MA 1997; Harper, C. 1997; Naidoo, DP. y Kooper, K. 1996, y otros.). En donde se describen y se reflexiona sobre las interacciones ‘duras’ de esta sustancia con el sistema nervioso. Sin embargo podemos verlo desde un punto de vista más simbólico, en donde el alcohol ha sido y es el elixir de la celebración. Desde las bacanales ofrecidas en nombre del dios Baco, hasta una fiesta de graduación de un grupo de quienceañeros, el alcohol está presente y su función es prácticamente la misma.

Si bien, la bibliografía ofrece estadísticas interesantes con respecto al consumo de alcohol y su influencia en accidentes de todo tipo y en actos de agresión como abusos, violencia y homicidios; en los que se describe que entre el 50 y el 60% de las personas involucradas en éstos, han estado bajo la influencia de alguna sustancia como el alcohol u otra droga. Además se describe al consumidor de alcohol en grandes dosis, como un sujeto que tenderá a comportarse de manera agresiva e impulsiva, sin embargo, nada de esto justifica o explica completamente las acciones cometidas por los agresores.

El alcohol estará estableciendo restricciones en el sistema nervioso, restricciones que se manifestarán como cambios en el operar de éste. Estableciendo cambios en el hacer y en el no-hacer de la estructura. Dentro de estas nuevas posibilidades estará la de golpear a otros y no golpearlos. La elección de una u otra, va mucho más allá que la opción personal del individuo.

Así, desde este punto de vista, el uso o abuso de alguna sustancia como el alcohol que influya directamente en el operar del sistema nervioso, tendría poco que ver en los actos de violencia en contra de las mujeres (“él la golpeó porque estaba ebrio”).

Debido a que cada golpe o palabra que explicite un hombre en la interacción con una mujer con la intención de provocar algún daño o injuria en su contra. Ataca con toda la estructura fisiológica de éste, además de todo el peso social que conlleva ese golpe o insulto.

Cada letra que configura una palabra en contra de una mujer o cada movimiento que esté destinado a agredirla; formulado desde la ideología patriarcal, está cargado de todas las palabras y todos los golpes que se han filmado, escrito y explicitado a lo largo de los años en contra de los que están en posiciones jerárquicas inferiores. Todo aquel que cargue con un rótulo como “sexo débil”, “menor”, “minoría”, etc. Estará expuesto ante este tipo sociocultural de agresión.

20060527

El Maltrato a las Mujeres como Agresión Cultural (parte 2): Una reflexión Cibernética de la violencia intrafamiliar

Las explicaciones positivas tradicionales consideran que los sucesos toman su curso porque algo los impulsa o conduce en esa dirección. Estas explicaciones positivas incluyen conceptos como ‘fuerza’, ‘impulso’, ‘impacto’, ‘transferencia de energía’, entre otros.


Sin embargo, prefiero considerar la opción que ofrece la teoría cibernética, la ‘explicación negativa’ de la que habla Gregory Bateson en su libro de 1972, Steps to an Ecology of Mind, para entender los sucesos que ocurren dentro de un sistema.


Bateson establece que “las restricciones de las que depende la explicación cibernética, pueden considerarse, en todos los casos, factores que determinan desigualdad de probabilidad” (p. 399-400). Así, las interacciones habituales de una familia o bien, la conducta específica de un individuo, pueden explicarse mejor por la negativa. Tomando en cuenta para el análisis, los diferentes tipos y clases de restricciones, que determinarán las interacciones y las conductas.


Para mí, los dos hechos generales – primero, que no soy consciente del proceso de elaboración de las imágenes que veo conscientemente, y, segundo, que en ese proceso inconsciente empleo el conjunto completo de supuestos que aparecen construidos en la imagen acabada – son el comienzo de la epistemología empírica. (Bateson, 1980, pág 35).


Esto lo propone Bateson en su libro Mind and Nature: A necessary unity. Y de paso me permite desligar la idea de que el hombre violento golpea a la mujer con la que vive debido a que, por ejemplo; se encuentra en estado de ebriedad; y de que éste hombre se embriaga porque hay algo que lo motiva o impulsa a eso.

Permite también, poner en cuestionamiento la idea que se desprende de todo esto: que el hombre golpeó a la mujer cuando estaba ebrio, (y que el estar ebrio significa ‘descontrol de impulsos’), por lo tanto esta condición le da al hombre cierta impunidad frente a las consecuencias de sus interacciones, porque al estar ‘descontrolado’ sólo cabe la posibilidad de que algo desencadenó el ‘descontrol’, que anteriormente estaba ‘bajo control’. Ya que si al hombre se le hubiera ‘dejado en paz’, esto no hubiese ocurrido.

Si consideramos el contexto sociocultural en que se da la violencia masculina, podemos encontrarnos con la ideología del patriarcado. De esto se desprenden varios conceptos como por ejemplo:

- La idea de que las mujeres son propiedad de los hombres.

- La idea de que los hombres pueden y deben hacer lo que deseen con sus propiedades.

- El concepto de la ‘jerarquía’ como un ‘orden natural’. Y obviamente de esto se desprende la idea de que el hombre posee un incuestionable derecho a ocupar la posición superior en ese ‘orden natural’.[1]

Para quienes se encuentren en posiciones jerárquicas inferiores, las consecuencias derivan en explotación, desigualdad, abuso, empobrecimiento personal, entre otros.

Paula y Rolando ilustran de manera típica la explicación que bibliográficamente se da como la más común frente a un acto de violencia y abuso por parte del hombre hacia la mujer con la que convive: La respuesta violenta y agresiva se desprende de la biología del hombre ante las provocaciones de la mujer. Esta violencia es capaz de acumularse casi como si fuere una magnitud cuantitativa y por lo tanto; como una eyaculación catártica de ésta, el hombre actúa como actúa. Esta idea y todas las demás que se desprenden desde la ideología patriarcal, se refuerzan de mil formas mediante las prácticas cotidianas y por medio de la literatura (“El señor de los anillos” de Tolkien o el popular “Harry Potter”), series de televisión (como las 'teleseries' en general, por ejemplo), spots publicitarios (no es necesario dar ejemplos), películas ("Arma Mortal" o “Misión Imposible” que tuvo su formato tanto para t.v. como para Cine y en general cualquier rodaje hollywodense), etc.





[1] Claramente se puede apreciar que de este orden natural jerárquico deriva una inconmensurable ‘dosis’ de poder que disminuye a medida que se desciende en la escala jerárquica (¿encontrándose en el último peldaño los niños y en especial las niñas?). Este poder implica sin duda alguna ciertas prácticas de poder que serán ejercidas sobre estos seres con menos derechos (las mujeres).
Cada día los medios de comunicación masivos, las historias familiares, las relaciones de pareja, nos refuerzan de mil maneras diferentes, estas pautas, conceptos e ideas totalizadoras.

20060526

El Maltrato a las Mujeres como Agresión Cultural (parte 1): Una reflexión Cibernética de la violencia intrafamiliar


Hace un tiempo consultan Paula y Rolando. Dos jóvenes, casados, de unos 35 años. Pareja y amigos de toda la vida, pololean desde que tienen 16 años y actualmente tienen 2 hijos pequeños.

Llegan separados al servicio médico, Paula se ve disgustada y ofendida. Rolando se muestra resentido y avergonzado. La primera interacción entre nosotros la hace Paula: “éste... (silencio)... llegó ‘curao’ el sábado... (silencio)... y me pegó de nuevo”.

Así comenzó nuestra historia de interacción, con un hombre que, estando en estado de ebriedad, golpeó a su mujer en un par de ocasiones.

Cuenta Rolando, que desde muy joven ha tenido problemas con el alcohol. En su sureño pueblo natal, se acostumbraba a comenzar a beber a temprana edad y él tenía facilidad para seguir ese tipo de costumbres.

Inevitablemente Rolando intentaba justificar sus acciones, desde la ‘tradición de su pueblo’, desde su poco ‘autocontrol’ con la bebida y con los ‘impulsos’, postuló además que se sentía demasiado observado por Paula y que eso no le permitía ‘respirar’, agregando que “quizás por eso también he hecho lo que he hecho”. A lo que Paula contesta que “si sé que a los hombres cuando están ‘curaos’ no hay que decirles nada, ni menos hacerles ‘atados’ pero es que no me pude aguantar... porque los niños están más grandes y se dan cuenta... y esto les podría afectar...”.

Tradicionalmente, la cultura dominante pone en relieve ciertos discursos, sobre los actos violentos ejercidos en contra de las mujeres. Principalmente me refiero a los abusos cometidos por parte de un hombre en contra de su(s) pareja(s), sin embargo, por falta de bibliografía, tiempo y espacio; no abordé otros tipos de abuso como el Incesto padre-hija, la Agresión física a las hijas, Abuso sexual a la pareja, Abuso moral y valórico por medio del engaño, la humillación y otros.

Las ideas que actualmente nos influyen desde la cultura dominante, nos hacen ver, en gran parte; los actos de violencia desde un punto de vista en donde la interpretación estará cargada del ‘carácter victimológico’[1].

Esto ha influido de tal manera, que incluso el Derecho Penal parece hallarse sesgado y unilateralmente dirigido hacia la persona del infractor, relegando a la víctima a una posición marginal en el ámbito de la prevención social y del derecho civil procesal y penal.

El sistema legal, por ejemplo, operacionaliza con toda precisión el estatus y el rol del inculpado, sin que dicha garantía a favor del presunto responsable tenga como lógico y esperable correlato una preocupación semejante, al menos, por los derechos de las víctimas.

Otro aspecto que debe explicitarse al hacer una reflexión respecto al tema; es que el sistema, debido al carácter victimológico que influye en el proceso e induce las interacciones de cierta forma, que pareciera estar apuntando a mantener unida a la pareja.

Al enfrentarse, las mujeres que han sido víctimas de violencia, con el concepto de la separación; se encuentran ante una cuestión mucho más compleja de lo que parece. Considerando ésta como una opción, las mujeres se ven enfrentadas a la falta de recursos sociales que les permitirían alcanzar el éxito desde su nueva condición: comprar una vivienda acorde con su nueva vida, sostenerse económicamente, recibir ayuda de instituciones públicas y privadas, apoyo por parte de familiares y amigos, etc. Sin mencionar el miedo a represalias en su contra o en perjuicio de sus hijos o sus futuras parejas. Por otra parte los estereotipos de sexo o de género que a grandes rasgos nos hacen evaluar constantemente a las mujeres y valorarlas por la capacidad que tengan de asumir un rol subordinado y de colocarse siempre en segundo plano, actuando de manera marginal y externa en la relación; y en el mejor de los casos, casi como un ‘apoyo’ a las necesidades del hombre.

Estas y otras ideas que se desprenden o no, del discurso dominante de la ideología patriarcal, hacen una tarea muy difícil para una mujer que se separa, el tratar de llevar adelante una vida propia desde el estar sola[2].


[1] La construcción de la idea de que el crimen lo perpetra la víctima de éste.

[2] Uso el termino ‘sola’ y no ‘soltera’, debido a que este último, implica algún tipo de fracaso, falla o falencia social. Sin embargo el término ‘sola’, denota que hay una intención de por medio.