20060616

La Vida como Narrativa (parte 2)

En el caso de la Señora Alicia, ella narra un monólogo[1] respecto a su exclusión del sistema en el que “todos los demás fueron acogidos y actualmente son respaldados”. Ella trágicamente cuenta cómo su vida se desmorona actualmente, debido al sobreendeudamiento económico que tiene; ‘las crisis’ que la atacan; los diferentes estilos de vida que llevan sus hijos, (los cuales no comparte); las malas relaciones con su hija menor; la tristeza que siente al saber que poco falta para que una de sus hijas abandone la mediagua en la que viven para convivir con su actual pololo, (cosa que tampoco encuentra correcto); entre otras situaciones que la agobian.

Al ahondar un poco más en este monólogo. Nos podemos dar cuenta de que las ideas fundamentales de éste, derivan de un relato dominante de la cultura actual: En nuestra cultura contemporánea (y no tanto), existe un relato dominante sobre una persona ‘moralmente valiosa’. En la narración de este relato, se exaltan cualidades arbitrarias que supuestamente deberían poseer los individuos, como la “seguridad en sí mismo”, la “autonomía”, la “realización personal”, el “poseer ciertos artículos, objetos u artefactos”, entre otros.

Desde la perspectiva donde se realiza esta reflexión, se considera que las ideas que se desprenden como esporas desde éste y otros discursos dominantes, especifican y/o prescriben una manera específica de ser y de pensar, que moldeará la llamada <>> de los sujetos totalizados[2] en la cultura. Así, esta <>>, es una manera de ser que, en realidad, no es más que una manera culturalmente preferida de ser.

Para mí, el ser actual, no representa un modo de vida auténtico o una expresión real o genuina de la naturaleza humana sino, más bien, una especificación o prescripción de preferencias culturales. Las descripciones o relatos de cómo sería una vida si fuera “correcta” moldean nuestras vidas. Y lo “correcto” es específico de cada cultura.

Lo “correcto” requiere de ciertas operaciones sobre nuestras vidas, muchas de las cuales tienen especificaciones de género y de clase. Por medio de estas especificaciones operativas, nuestros pensamientos, nuestras relaciones con los demás, nuestras relaciones con nosotros mismos, incluso al nivel de nuestra relación con nuestros cuerpos (nuestros gestos, la disposición del cuerpo en el espacio, incluso el modo en que nos sentamos y nos movemos) serían gobernados culturalmente: Todo al servicio de reproducir la <>> o el modo de ser dominante de una cultura.[3] (Anderson, H. 1997; Artaud, A. 1976; Epston, D. 1994; Foucault, M. 1973, 1979; Gergen, K. 1973, 1985, 1988, 1994; White, M. y Epston D. 1990; White, M. 1986, 1995, 1997)

Por otra parte, pienso que algunos de los desarrollos recientes en nuestra disciplina, en las áreas de teoría, práctica e investigación., efectivamente desafían algunas de las políticas centrales a la preocupación por la reproducción de la cultura dominante en el ejercicio del asesoramiento psicológico y en la terapia. (Anderson, H. 1997; Gergen, K. 1994; White, M. y Epston D. 1990)

Por ejemplo, como expone Michael White,

Ha habido un desafío generalizado a algunas de las prácticas de poder que incitan a las personas a medir sus vidas, relaciones, familias, etcétera, según alguna idea acerca de cómo deberían ser éstas; y también se ha cuestionado hasta qué punto los terapeutas han obrado intentando moldear a las personas y las relaciones para que se ajustaran a las estructuras <<ideales>> que sustentan estas ideas. (White, M. 1995, pág. 23)

Así mismo, es pertinente reiterar el cuestionamiento que de esto deriva respecto al rol que ejerce el terapeuta como un posible y potencial cómplice absoluto en la reproducción de la cultura dominante.

Muchos de los postulados de Kenneth J. Gergen que se encuentran en la base del construccionismo social, están entre los avances de la disciplina que nos permiten alejarnos un poco de la postura de cómplice antes mencionada que deriva de la propuesta que hace Michael White.

Estos desarrollos dentro de la disciplina, así como otros aportes extra-disciplinarios (biología, física, antropología, sociología, entre otros), nos alientan a reconocer y cuestionar el aspecto político de la terapia, rechazando así la idea que predomina en la ideología terapéutica; así podríamos acceder a analizar la terapia como fenómeno y proceso, como una forma de dominación sobre las personas; y de paso, considerar algunas de las prácticas de poder que se estarían ejerciendo sobre los consultantes, además de tener presente las mismas u otras prácticas de poder que forman parte de toda interacción terapéutica. (Foucault, M. 1973, 1979)




[1]En un monólogo, los participantes no se ofrecen la oportunidad de estar en conversación. No hay conversación. A diferencia de lo que ocurre en un diálogo, no hay espacio para la indagación compartida, sino sólo para las perspectivas singulares; la novedad no es posible. El monólogo es una ruptura de la conversación, el monólogo genera las condiciones que provocan el colapso del diálogo. (Anderson H. 1986; Anderson, H. 1997; Goolishian, H. y Anderson, H. 1987). (Las bastardillas son de los autores).

[2]Me refiero con el término ‘sujetos totalizados’, a las personas que se sumergen en estilos de vida dictaminados por los denominados discursos totalizadores que propone Kenneth J. Gergen (1973, 1985, 1988, 1994) o bien al analizar ciertos estilos de vida desde la metáfora del ‘panóptico social’, que deriva del análisis del panóptico que hace Michel Foucault (1979).

20060613

La Vida como Narrativa (parte 1)

Al analizar el caso de la señora Alicia, una mujer soltera, de 47 años, proveniente de Valdivia. Que actualmente vive en Santiago, en precarias condiciones en un departamento interior en el patio de su cuñado, junto a dos de sus seis hijos y que acusa malestares como jaquecas reiteradas, desánimo generalizado y ganas de desaparecer; además de esto, relata estar sintiendo algo diametralmente opuesto: La señora Alicia cuenta vivir “episodios de ira que desencadenan la rabia eufórica”, que descarga contra sus hijas o bien contra ella misma.

Por todo esto y otras cosas, el psiquiatra la diagnosticó con un Trastorno Mixto Ansioso-Depresivo con Crisis de Pánico; así mismo, la señora Alicia se describe como “la mujer que el sistema olvidó”.

Los seres humanos somos seres interpretantes (Anderson, H. 1997; Bateson, G. 1972; Bruner, J. 1986; Derrida, J. 1978; Epston, D. y White, M. 1992; Foucault, M. 1980; Gergen, K. 1994; White, M. y Epston, D. 1990), vamos moldeando nuestras experiencias a medida que nuestra limitada estructura va percibiendo los estímulos que pueden ser captados mientras vivimos nuestras vidas.

Estas experiencias sólo se pueden moldear en la interpretación, si reconocemos la existencia de algún marco de inteligibilidad que brinde el contexto para el vivenciar de la experiencia y la atribución de significado a éstas. (White, M. y Epston, D. 1990)

¿Cuál sería el marco de inteligibilidad que contextualiza nuestro vivenciar y nos permite el significar? Para mí, son los relatos. Las Narrativas.

Los procesos de interpretación, significación, resignificación y rememoración[1], no son neutrales en cuanto a sus efectos en nuestras vidas, sino que tienen efectos reales: influyen en las decisiones que tomamos y en las emociones que expresamos; por decirlo de una manera más global: intervienen en los pasos que damos por los caminos que elegimos seguir.

Estas narraciones del sí mismo actuarán como las determinantes de cuales serán los aspectos que se expresarán de nuestra experiencia vivida; así mismo, en el historiar de los relatos se determinará la forma de expresión de la versión de la experiencia vivida.





[1]Con el neologismo ‘rememoración’, me refiero al proceso de evocar, recordar y revivir la significación del experienciar, en un sentido más amplio que el simple y clásico ‘recuerdo de la memoria’. La rememoración no es una mera recuperación de información desde una unidad de almacenaje. Es el revivir la experiencia a través del poder que tiene la narración de ésta. Vittorio Guidano trabaja con la rememoración en su técnica post-racionalista de ‘La Moviola’ (1994).

20060604

Sobre la Educación en Chile

Me pareció pertinente tocar un tema contingente y bastante debatido (aunque no lo suficiente), porque creo que los puntos que están en discusión son, para variar, los temas de urgencia y no los temas de importancia.[1]

La educación va mucho más allá del marco de inteligibilidad que la encuadra actualmente: Hoy sólo se da prioridad a la Enseñanza y al Aprendizaje. Se evalúa a los profesores en su eficacia y efectividad enseñando y los alumnos son evaluados en su eficacia y efectividad aprendiendo.

El proceso de Educar, ¿sólo se refiere a la Enseñanza y al Aprendizaje?, ¿es un mero traspaso de información?, ¿dónde queda el desarrollo del educando?

Creo que la reforma de la educación, será algo mucho más complejo, que no se resolverá con la legalitis que sufren los estados y las políticas partidistas modernas.

Tanto los colegios como las Universidades nos preparan para trabajar, servir y producir en la sociedad actual. He ahí el problema.

Nuestra cultura nos exige ciertos patrones: existe un relato dominante sobre lo que significa ser una persona ‘moralmente valiosa’, este relato exalta la ‘seguridad en sí mismo’, la ‘autonomía’, la ‘realización personal’, etcétera. Estas y otras ideas especifican o prescriben una manera de ser, pensar y actuar que moldea y determina eso que se suele llamar <<individualidad>>. Como están actualmente las cosas, esta <<individualidad>>, no es más que una manera culturalmente preferida de ser. Para mí, el ser actual, no representa un modo de vida auténtico o una expresión real o genuina de la naturaleza humana sino, más bien, una especificación o prescripción de preferencias culturales. Las descripciones o relatos de cómo sería una vida si fuera “correcta” moldean nuestras vidas. Y lo “correcto” es específico de cada cultura. Lo “correcto” requiere de ciertas operaciones sobre nuestras vidas, muchas de las cuales tienen especificaciones de género y de clase. Por medio de estas especificaciones operativas, nuestros pensamientos, nuestras relaciones con los demás, nuestras relaciones con nosotros mismos, incluso nuestra relación con nuestros cuerpos (nuestros gestos, la disposición de nuestros cuerpos en el espacio, incluso el modo en que nos sentamos y nos movemos) son gobernados culturalmente: Todo al servicio de reproducir la <<forma privilegiada>> o el modo de ser dominante de una cultura.

El tema importante en la discusión sobre la Educación, es el cuestionamiento por si la enseñanza que se entrega está reforzando los modelos dominantes y totalizadores de la realidad cultural actual y cómo esto influye en el desarrollo de las personas que construiremos la sociedad del futuro. La enseñanza actual, ¿Facilita el pensamiento autónomo y la mirada crítica?, Los educandos contemporáneos, ¿Seremos reproductores o creadores de sistemas? ¿Podremos llegar a algo nuevo? ¿Estará dentro de nuestras opciones el elegir en la diversidad? ¿Será posible vislumbrar nuevas posibilidades de ser en la sociedad?





[1] Según la Real Academia Española (RAE), ‘urgencia’ es la “Necesidad o falta apremiante de lo que es menester para algún negocio” además de la “Inmediata obligación de cumplir una ley o un precepto.” En cuanto a ‘importancia’, la RAE lo define como la “Cualidad de lo importante, de lo que es muy conveniente o interesante, o de mucha entidad o consecuencia.” (las bastardillas en ambas definiciones son mías, para la posterior reflexión del lector).